domingo, octubre 21, 2007

Fragmentos del ensayo "Eco de la materia y la tristeza del lenguaje: la recuperación benjaminiana de la melancolía". En: La oreja de los nombres de Federico Galende (Gorla 2005).





Sometido hacia su silenciosa marcha hacia la muerte, todo acto humano debe asumir su condición ruinosa si espera perdurar como crítica. (89)

En la ruina todos los tiempos divergen y convergen, se separan y entrechocan como calaveras mudas en el oleaje de un ahora sin presente. (89)

El saber se ha convertido en saber de lo triste hundido en el objeto y en la tristeza constitutiva al mismo tiempo. Un saber separado de la noción de sujeto, que no es sin embargo un saber del objeto, sino que, por el contrario, está a la altura de no conocer el límite entre la representación de la cosa y la producción. (91)

El saber melancólico tiende a hundirse en lo que su intensidad produce, tiende a producirse sumergiéndose en su intensidad. (92)

Y entonces el problema sigue siendo en qué medida el nombre que el hombre da a las cosas tiene que ver con el modo en que la cosa se comunica con él, de dónde le viene a la palabra el derecho a captar lo innombrado en el sentido. (96)

Sólo que tristeza no es aquí cualquier palabra. No remite al movimiento de los humores ni a la dispositio romántica del alma ni estrictamente a una forma del ánimo, sino a una caída de la mirada que recorrerá a contrapelo todo el tejido representacional moderno. Aquí tristeza es la noche de la historia. (98)

Ante nuestro lenguaje, las cosas están tan solas y desprotegidas como la muerte. (98)

La tristeza (…) es la manera que tien lo mudo de expresarse. (98)

El lenguaje es precario porque nombra y nombra lo que siempre será otra cosa, pero la cosa está triste porque su mudez testimonia la incapacidad del nombre para recoger su esencia. En la tristeza de las cosas se espejea el límite del lenguaje (…). (99)

Ahora no le quedará otra posibilidad que narrar su propia historia como historia de un fracaso ante el espejo que recubre a las cosas. (99)

La tristeza no ha dejado nunca de ser otro nombre para la cuestión de la emancipación. Por lo mismo no es cierto que el dolor sea lo que distrae a la humanidad del sueño emancipatorio (…) Más bien diríase que el dolor ante todo lo que no termina de hacerse presente, ese aquí y ahora sin presente, esa materialidad irreductible que ninguna lengua atrapa, conlleva en sí mismo un impulso de emancipación. (101)

1 comentario:

  1. tal vez por eso se rien los locos
    por que no saben que decirte

    saludos
    j

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