viernes, octubre 03, 2008

Rod conoce a un pingüino con su mismo recorte *

[Ejercicio de improvisación en taller con Dani Umpi. Herramientas: Tabloide y horóscopos]

“New love is on the horizon” leyó en la mañana mientras tomaba el café. Su agente le había dejado un mensaje en el contestador. Rod, recuerda que hoy en la noche tienes la visita al acuario. Cerró el periódico y tuvo una especie de deja vu, dos torres destrozadas y en llamas ocupaban las portadas, una niña con un ramo de rosas frente a una tumba y un calce que decía “Say no to terrorism”. Era el aniversario de los atentados.

Será una buena estrategia de campaña, tu voz ha cambiado, ahora los seguidores buscan otra cosa, le dijeron sus asesores. Ya no recordaba qué lo había llevado a elegir esa carrera. Fue el coro del colegio o aquella noche en que, borracho, compuso una canción que luego lo llevó a la fama. La visita al acuario le resultaba pesada, ese día prefería quedarse en la cama fumándose todos los cigarrillos de la cajetilla y contestándoles cartas a sus fans. 

Querido Rod, soy tu fan desde que comenzaste la carrera. Me alegra saber que estarás hoy en el acuario. Llevaré a mi hijo de cinco años a quien he recortado como tú. Las fans pocas veces hablaban de su voz, o de la energía que ponía en el escenario. Siempre era esa nostalgia ochentosa del recorte y las cadenas de plata. Una imagen vaga de lo que fue y que persistía en las páginas de los tabloides. Había querido cambiarse el recorte, ser un señor más en las masas, pero seguían las regalías por los temas que lo hicieron famoso, y las ex esposas tenían que recibir sus pensiones, que eran casi todas sus ganancias. 

Cambiarte el recorte es muy mala idea, le dijo su agente mientras repasaban canciones que podrían formar parte del próximo cd de éxitos. “Alguien revela sus emociones en una manera disimulada”, continuaba diciendo la columna de cáncer y el quería creer que así sería, en una carta traspapelada, en la mirada de la maquillista, en la chaqueta del chofer, en la tonada del baterista suplente que tocaría ese día. Una clave: el 5 siempre había sido su número de la suerte y ese día también lo señalaba el astrólogo.

En el acuario, Rod recordó por qué no había tenido niños. Escuchó los reclamos de sus ex esposas achacándole falta de entrega, vida de rockstar, complejo de Peter Pan. En la multitud niños y adolescentes con sus padres y los padres compartían su recorte. Hacía años que todo en su vida había comenzando a parecerle ridículo, pero aceptarlo implicaba aceptar su ruina, la asquerosa melancolía de una época de excesos que poco recordaba, sino en las alusiones y fotos de sus múltiples giras drogado y ebrio. 

Un empleado se le acercó en medio de la firma de autógrafos. Lo tomó de la mano y le dijo, sígame Mr. Stewart, le tenemos una sorpresa. ¿Sabe dónde queda la Patagonia? No, dijo Rod, pero me encantaría saber. Pues aquí tenemos un fan que lo sigue desde allá y que espera por usted en esta sala. Hubo flashes y rumor de intriga en los alrededores. Algo le hizo recordar la profecía. Pensó, ¿y si ahí es que me espera el nuevo horizonte? ¿Cómo lo sabré? La puerta llevaba el número 5. Esta debía ser la pista que pronosticaron las estrellas. 


*Se han borrado los apellidos para evitar demandas de los descendientes reales

1 comentario:

  1. que bueno que al rod de tu cuento no le tocó tener hijos, porque el de la vida real, tremendo joyón que se sacó de prole



    me gustó el cuento!

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